miércoles, 11 de abril de 2007

La Octava Colina: ¡Aquí entre nos!

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En la recién finalizada Semana Mayor, obviamente asistí a la Iglesia el Jueves Santo en donde me prendieron las legionarias de María con el propósito de convertirme en uno de los Apóstoles para el lavatorio bíblico en conmemoración a la escena contada por Juan (13:5) Dos pruebas había pasado para tal fin: Hube de agregarle aprisa un metro de tela a la sotana de utilería y unos cuantos litros de agua extra para el enjuague de mis pronunciados pies, talla 46 (sin incluir callos ni juanetes). Todo iba a pedir de boca, cuando a una viejita se le ocurrió preguntar: ¿Y este señor ya cumplió con el séptimo sacramento? Allí se esfumaron mis deseos de ser protagonista de tan solemne acto eucarístico ¡La santa inquisición está vivita y coleando y el esoterismo indiano cabalgando a campo traviesa! Y pensar, que San Agustín fue un “Alma extraviada en los placeres, en los errores del mundo y entre los extremos del pecado” y conociendo hijos, nunca se casó; sin embargo, alcanzó la santidad. En contraposición, no entendemos lo que está sucediendo a nuestro José Gregorio Hernández, quien llevó una vida casi monacal y tan sólo es venerable. En resumidas cuentas, no me quedó otra opción que regresar a mi hogar y embeberme de libros, revistas y documentales televisivos. Espero que este sacrificio filológico me sea recompensado por don Andrés Bello con una medallita en el más allá. He aquí, una serie de cuentos y anécdotas que logré recopilar para ustedes. Entreverados en el presente artículo están inmersos algunos mensajes con destino, uno que otro compendiados en “Códigos de Barrita”.

Eduardo Carreño, ese gran narrador que se convirtió en el doctor Frankenstein para los “Mazamorreros” del idioma, caía en intensas rabietas cuando leía malos relatos y sobre sus creadores decía que “ofendían el ingenio y la gracia… aquí en Venezuela, donde la anécdota (y el cuento) es maltratado, después de haber sido tanto tiempo desdeñado, ahora se escriben muchas, algunas muy bien averiguadas; muchas también, falsas, deformadas, anacrónicas. Malas adaptaciones de viejas anécdotas, despreocupadas tergiversaciones de personajes, caricaturas de género… en manos de irresponsables y malandrines(sic) la anécdota y el cuento suele servir, no para auxiliar a la historia, sino para falsificarla” (“Vida anecdótica de los venezolanos”, colección bohemia 1984, número 36, pp. VII del Prólogo) 1Si Carreño leyera algunos mamotretos de hoy, le faltarían huevos hueros para lanzarle a sus autores. Remato este aparte, haciendo mías las palabras de Rafael María Baralt (1810 – 1860): “Oh! Necios terribles, necios respetables!

Que uno siente, ve, oye, sufre y respira; necios que en todas partes estáis y en todas atormentáis; y de día y de noche, en el trabajo y en el descanso, sois unos mismos; siempre pesados, siempre insufribles; necios que de todo habláis, que todo lo veis y lo sabéis y os entrometéis en todo”: 2Decid ¿Si al poned un ladrón como ejemplo, no habitáis también la ladronera? ¿O sois blancos y os entendéis en las correrías de chiquero? Mi padre que le tenía pavor a los desequilibrios neuronales de la senectud, sobre todo por aquella leyenda del libro primero de los Reyes 1:1-4 (“código de barritas” descifrado en el Capítulo 22 de la Santa Biblia) en la ocasión en que alguien le solicitó recomendar a un fulano con fama de pícaro, le respondió con una salida honorable: “La majestad de la vejez, tenemos que cuidarla con gran celo”. Ahora vamos al grano. Parodiando a zorrilla – el político y no el autor de don Juan Tenorio – echo a andar la siguiente frase: “Los Trujillanos, o son políticos, o son pendejos. Los políticos lo esperan todo del erario público. Los pendejos todo lo esperan de los terminales y triples de la lotería”.

Sabia agudeza tuvo el abogado y poeta maracucho José María Núñez de Cáceres (1822-1911) cuando dijo: “Tan imposible es adular de balde como amar sin interés”.

Retomando a Carreño, éste refiere que “Don Simón (Rodríguez) fue uno de los precursores del nudismo. So pretexto de enseñar anatomía a los discípulos suyos, se paseaba por el salón del colegio, en el traje que usó nuestro padre Adán en El Paraíso”. El periodista y político valenciano Rafael Arvelo (1812-1877) sostuvo una discusión con una sesentona dama. Con gran caballerosidad y deseando dejar por terminado el lance, le dijo: - Gentil amiga, usted se parece mucho a nuestra madre la tierra. Como ella, también tiene hermosos panoramas, paisajes seductores, sonrosadas auroras y melancólicos ocasos. – Muchas gracias don Rafael, es usted muy galante – pero se parece también en otra cosa – ¿En cuál? – En que, como la tierra, ni los más ilustres sabios han podido descubrir la edad que tiene - ¡Pa’ su madre! Fue la airada respuesta.

El gran orador maracucho José Ramón Villasmil, contaba que una vez paseaban en coche por las calles caraqueñas el General José Tadeo Monagas y Jacinto Gutiérrez, conocido con el remoquete de “Cabeza de Quincalla”. Se oyó de súbito un grito estentóreo: - ¡Adiós, “Cabeza de Quincalla”, ladrón!.

-¿Con quién reza lo de ladrón? – Inquirió Monagas.

-Lo de “Cabeza de Quincalla” es conmigo – fue la contestación de Gutiérrez –

Cuenta Carreño, que en una ocasión el General Gómez recibió en su residencia de Maracay a uno de los muchos aduladores que lo visitaban. El anciano Presidente que no estaba de humor en ese momento, le pregunta: - ¿Es verdad que a mí me apodan “El Bagre”? – A lo que el anonadado visitante le responde en voz apenas audible: ¡Sí mi General! ¿Y qué es ese animal? ¡Es un pez que se alimenta de excrementos! – entonces, retírate de mi presencia porque te devoro –

Más información en
http://www.diarioeltiempo.com.ve/secciones/secciones.php?num=5555&anon=n2007&codigo=nopi&llve=dos

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