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Bañarse en lugares públicos sin atavío alguno es en la actualidad gijonesa posible en varios sitios. En la playa de Peñarrubia, por ejemplo, y también en algunas de las piscinas municipales en determinados días y horas; concretamente en la de Panchano, que fue la primera instalación deportiva de Asturias y la cuarta de España que permite, ya desde hace unos años, la práctica del nudismo. Más aún. El próximo a inaugurarse centro de talasoterapia se anuncia como el primero en todo el norte del país que contará con esa oferta. No hay ningún problema por ello, en este siglo XXI, pero en el pasado de la ciudad sí fue problemática esa práctica y únicamente durante la segunda República se toleró que hombres -en general sólo hombres- nadasen en el Cantábrico y tomaran el sol sin traje de baño. Como eufemísticamente se decía, «en traje de Adán». Cualquier diccionario nos informa que la palabra «adanismo» significa: «Multitud de personas desnudas».
Ya a final del siglo antepasado, y con motivo de la Exposición que se celebró en los Campos Elíseos en el año 1899, vemos en el programa de actos de clausura la permisibilidad para que los niños, no los adultos, se bañasen desnudos en los muelles de Lequerica, pero en la prensa de aquellos años abundan multas a «mozalbetes» que se bañaban sin ninguna ropa tanto en San Lorenzo -en la zona cercana al río Piles, entonces muy alejada del centro de la ciudad- como en el Fomento, siempre en traje de Adán «sin hoja de parra». Los «desvergonzados bañistas» también tenían su feudo en la zona que se llamaba playa de Castrillón, detrás de la fábrica de Demetrio Fernández Castrillón, que en el actual Gijón es fácil de situar: la chimenea que se conserva en Poniente pertenecía a esa fábrica de maderas. Como playa de río Cutis era llamado, en algunos casos, ese arenal porque allí desembocaba (y de hecho desemboca todavía) ese río. Durante el siglo XIX y parte del XX muchos de esos nudistas, si eran descubiertos por la Policía municipal, eran multados e incluso en algunos casos, como leemos en la prensa local, «los desocupados e indecorosos bañistas» eran condenados a pasar algunos días en la cárcel del Partido. Hasta 1909 en Cimadevilla, en lo que hoy es la torre del Reloj, y a partir de ahí en El Coto.
Ya en pleno siglo XX otras zonas de la ciudad fueron lugares para baños en traje de Adán. Una céntrica como era La Cantábrica, tras la iglesia de San Pedro, pero siempre a tempranas horas de la mañana o ya de noche. Y otras más alejadas como las orillas del río Piles a su paso por La Guía y por Viñao. En mayo de 1924 la prensa se escandalizaba porque unos bañistas «sin prendas de vestir se bañaban en Viñao en presencia de mujeres que lavaban en el río».
Desde enero de 1930 el Ateneo Obrero de Gijón mantuvo muy activa una sección naturista, el Grupo Naturista del Ateneo, que funcionaba relativamente independiente del Ateneo y con su propia junta directiva. El Grupo Naturista era presidido por Argimiro Severón, el vicepresidente era Antonio Blanco, el tesorero Bernardino Suárez, el bibliotecario de esa sección naturista era Juan Setién, el secretario Julio Rico y los vocales Ángel Rico, Tomás Ordóñez, Aurelio Medina y Manuel Meana. Eso no era nada extraño en el Ateneo, ya que la legendaria biblioteca también tenía una junta directiva específica. Digamos sobre los naturistas gijoneses el que tenían como referencia bibliográfica la revista «Pentalfa» que, sobre ese tema, se editaba en Cataluña, y también que en el diario «El Noroeste», del 23 de enero de 1930, se puede leer el manifiesto fundacional del Grupo Naturista del Ateneo.
El Ateneo Obrero lideraba en aquel Gijón republicano el tema del nudismo, pero soportaba duras críticas en muchos sectores de la población. Concretamente vemos denuncias, por ejemplo en ese mismo periódico, de ciudadanos que protestaban porque los nudistas no se limitaban a tomar el sol en los pedreros cerca del Piles, sino que «apolíneos y maniáticos exhibicionistas con cuerpos más o menos escultóricos» acudían sin ropa a los merenderos próximos. En realidad -así lo vemos textualmente en las «Normas para el baño en las playas» del año 1935-, el desnudismo estaba prohibido en todas las playas de Gijón, aunque sí que estaba relativamente consentido en algunas zonas.
Los nudistas locales, en los meses previos a la guerra civil, tuvieron que exilarse a la cercana playa de Aboño, tan diferente entonces a la que vemos hoy. «En la playa de Aboño, con la disculpa de tomar baños de sol», decía el diario «La Prensa», «personas de ambos sexos practican el desnudismo integral. ¡No dirán que estamos atrasados!». Todavía en plena guerra, a mediados de febrero de 1937 y con bombardeos y muertos por doquier, los gijoneses que consideraban la desnudez como el estado natural de la humanidad generaban noticias. La sección Naturista del Ateneo Obrero, con influencias libertarias, convocaba desde «Avance» a los amantes del culto al cuerpo, de los baños de sol y agua sin ropa y de las conferencias al aire libre, a una asamblea para el día 16 de aquel frío febrero «para tratar sobre asuntos muy importantes».
Más información en
http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=1763_35_558118__Gijon-traje-Adan
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