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¿Qué diferencia hay entre los cuerpos desnudos de aquellos que participaron en la foto de Spencer Tunick y el de los campesinos de los 400 Pueblos? ¿Entre aquellos que se quitan la ropa en una playa nudista o los que prefieren hacerlo en la comodidad de su hogar? ¿Cuáles son sus motivos?
Dicen que desnudos somos todos iguales y es cierto en buena medida, ya que al estar cubiertos únicamente por la piel no podemos revelar clase social, profesión o poder económico. Sin embargo, las razones que llevan a tal o cual persona a despojarse de sus trapitos pueden ser diversas.
Toda la semana vi fotografías de la instalación de Spencer Tunick en el Zócalo y estuve de acuerdo con esa idea de que la desnudez —y más la pública— puede ser un sinónimo de libertad, un acto en donde nos mostramos tal cual somos físicamente (el interior es otro boleto que ni siquiera en cueros se puede adivinar) sin importarnos el qué dirán.
Pero hay otros dos aspectos que me perecen interesantes en el encueramiento de casi 20 mil mexicanos: el primero es que todos los que estaban ahí se aceptaban a sí mismos, sin importar las lonjas, la piel caída, los senos operados o el exceso de vello. Todos eran individuos contentos con lo que la naturaleza les dio, lo cual, por desgracia, es una característica que no tienen muchos. Lo segundo es que creo que el concepto del fotógrafo va más allá del simple hecho de encuerar a la banda en un lugar representativo de las ciudades que visita, haciendo que se fusionen con el entorno. Pienso que, entre muchas otras cosas, para Tunick es un acto en gran escala de rebeldía, de decir: “¿Por qué voy a dejar de hacer algo que me dicen que no debo hacer?”. Seguramente a numerosos asistentes les pasó lo mismo: “Si todos me dicen que no vaya, si a las instituciones quizá no les parece correcto, entonces iré”; o, por el contrario, quizá algunos no fueron para llevarle la contraria a quienes casi los obligaban a ir.
¿Será que esto motiva también a los campesinos veracruzanos que se aposentan en la Ciudad de México sin nada que los cubra más que las pancartas y su propia voluntad? Es posible que algo de eso esté implícito en su estrategia, pero ellos mismos afirman que su acción es una metáfora para decir que se sienten “desnudos de justicia”. Es decir que estos hombres y mujeres que se colocan en los cruces principales de la capital ven la desnudez como algo que los vulnera, más, sin embargo, se quejan de la misma manera para ver si así ellos pueden vulnerar a los funcionarios públicos.
Por otro lado, sería interesante saber cuántas personas de las que acudieron a la fotografía de Spencer Tunick se atreverían a visitar una playa nudista, en donde el acto de desvestirse no es una aportación a la cultura contemporánea ni una oportunidad para hacer historia. Los que se despojan de sus prendas en una playa lo hacen tan sólo para sentir los rayos del sol o la frescura del agua de mar en todo el cuerpo, por motivos de salud, de complicidad o de simple desparpajo.
La desnudez en este caso va de la mano con el naturismo, movimiento social que comenzó a principios del siglo XX en Alemania y sigue la libertad física de quienes lo practican, así como su bienestar integral y el respeto a la naturaleza.
Hoy en día es posible hasta tomar clases de yoga estando desnudos, como pasa en algunos centros del DF en donde se siguen las prácticas de los Saddhus, ascetas que pensaban que las posesiones terrenales (incluyendo la indumentaria) eran un estorbo para alcanzar la iluminación. Esta idea los llevaba a practicar el hatha yoga tal cual llegaron al mundo. En la página www.tantra.com.mx/yoga_desnudo.htm es posible ubicar algunos centros en donde son bien recibidos hombres, mujeres y parejas, aunque ahí mismo se revela que la mayoría de los asistentes son caballeros.
A pesar de lo dicho, coincido con Alberto Ruy Sánchez cuando dice que el desnudo en sí mismo no es un valor, sino algo que la gente vive bien o muy mal. Es un acto totalmente personal que puede estar libre de todo morbo por parte de quien está descubierto pero puede implicar el morbo de aquel que espía, que observa al desnudo con o sin su permiso y transforma un acto de liberación en un acto de vergüenza.
Por eso es triste leer una nota en donde se dice que desde el 2005 está prohibido caminar desnudo en el interior de las casas en Tabasco. Quienes sean descubiertos haciéndolo tendrán una sanción de 35 horas de cárcel. Es decir que en algunos lugares uno no puede andar al natural ni siquiera en su propio hogar.
Por supuesto, no se trata de que ahora todo mundo ande encuerado por las calles, pero sí de que cada quien sepa dónde, cuándo y con quién se puede despojar de la ropa. Tal vez eso nos lleve a desnudar también nuestro espíritu en un intento por ser mejores cada día.
Más información en
http://www.milenio.com/index.php/2007/05/14/68752/
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