lunes, 22 de octubre de 2007

Calblanque: en estado puro

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El nombre de Calblanque es sinónimo de playas vírgenes, biodiversidad, rarezas botánicas, calas secretas, salinas abandonadas, bosques encantados y dunas de otras épocas. Quizá por ello, un avión Airbus A-320 de Iberia lleva su nombre.

Calblanque en agosto se transforma en un ir y venir constante de vehículos, hasta 1.200 pueden entrar en este parque protegido un domingo de sol y de bañistas que no siempre tienen claro dónde se encuentran: un lugar especial donde dejar bandonado un plástico, una lata o una colilla tiene, al menos, dos precios: uno, afea el entorno y dos, perjudica a las especies animales y vegetales.

Y es que el parque regional de Calblanque, Peña del Águila y Monte de las Cenizas es un auténtico tesoro natural en el que viven hasta 668 especies, subespecies y variedades vegetales, 175 de ellas son consideradas rarezas. Un auténtico monumento a una biodiversidad amenazada y que hay que considerar como un patrimonio de mayor importancia que las riquezas materiales a las que profesamos tanto respeto.


La gran mayoría va a disfrutar de sus catorce kilómetros de costa, repletos de playas como la propia denominada Calblanque, Las Cañas, Negrete, o calas como Reventón, Arturo, o Las Mulas. El nudismo, antes una práctica casi obligada, busca ahora meses menos atiborrados por bañistas con bikini o bañador.

El parque cuenta con formaciones geológicas como las dunas fósiles, arena que se ha quedado petrificada y que juega con la erosión a esculpir el paisaje. Los bufaderos rompen la piedra por la presión de las olas del mar. Otro de los tesoros es el tetraclinis articulata, más conocida como sabina mora, la especie vegetal más cuidada, ya que es en Calblanque el único lugar de toda Europa donde se conserva.

La fauna también tiene su espacio

En agosto es posible observar a la mariposa cola de golondrina y las salinas del Rasall son refugio invernal de flamencos y otras aves como las avocetas, cigüeñelas y chorlitejos.

Las casas cúbicas son un ejemplo de que la arquitectura puede adecuarse al terreno. Los senderos recorren el parque de punta a punta. Desde Cala Reona hasta el cabezo de la Fuente se puede ir andando. Una práctica habitual es dejar un vehículo en uno de estos dos lugares para
hacer la ruta completa. Hay que llevar agua y gorra, porque afortunadamente no hay ni un quiosco.

Para llegar hay que tomar la autovía de La Manga. La salida está señalizada después de pasar Los Belones. El camino está sembrado de baches y son muchas las grúas que tienen que acudir a retirar coches. Quizá el parque se protege a su manera de la presión humana. Calblanque es un tesoro a cuidar. Si vas, no te dejes nada más que los recuerdos.

Más información en
http://www.laopiniondemurcia.es/secciones/noticia.jsp?pRef=3109_2_78083__Comunidad-Calblanque-estado-puro

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